Entre 1986 y 1990, dirigí y presenté el programa matinal de Radio Nacional de España en León. Lo llamé “De ahora en adelante” y pretendía ser la irrupción en León de un programa moderno, dirigido, no a amas de casa tradicionales y viudas cristianas, sino a mujeres y hombres con ganas de divertirse, pero también con inquietudes culturales y políticas; personas con ganas de escuchar y de hablar de temas muy diversos, al estilo de lo que ya se estaba haciendo a nivel nacional. Y es que eran esos años en los que se estaba creando un país nuevo, que saltaba de un régimen feudal al siglo veinte, un país democrático y abierto a Europa y al mundo; y mientras muchos se aferraban a las sombras y otros sólo se cambiaban de chaqueta, la mayoría queríamos participar activamente en ese cambio hacia la libertad. Por supuesto, en el programa no podía faltar una tertulia: eran muchas las personas intelectualmente relevantes que acudían a las del programa, pero recuerdo especialmente a tres personas fijas: el gran abogado Emilio Oviedo, el añorado Benigno Castro –compañero en el Cine Club Universitario junto con su imprescindible promotor y director, Joaquín Revuelta- y Roberto Merino. Roberto –con perdón a los otros, a quienes tanto quiero y admiro- era el más divertido. Él solo podía convertir ese rato en la radio en un tiempo de tantas risas como lúcidas reflexiones y estoy segura de que muchos oyentes dejaban sus tareas en suspenso para escucharle. Con él hablaba de todo, pues sobre todo tenía una opinión inteligente y honesta… bueno, menos de cine si la protagonista era Michelle Pfeiffer, porque era su amor platónico y ahí no era objetivo.
Para mí, además de un activo crucial en mi programa, era un auténtico modelo en todo: excelente persona; político audaz, valiente y honrado; orador magnífico, escritor ingenioso… Se me encoge el corazón al recordarle y espero que su figura sea homenajeada y su recuerdo –imperecedero para quienes le conocimos- se instale en generaciones más jóvenes a las que se ha privado de conocer la historia reciente de su país y a los verdaderos artífices de todo lo bueno de lo que disfrutan: derechos personales y civiles, oportunidades formativas y laborales, libertad de pensamiento y expresión, libertad también para vivir su vida como deseen y creer en lo que quieran.
El neoliberalismo y la plutocracia hacen cuanto pueden por pervertir la democracia, pero quienes han nacido y/o crecido en ella no son del todo conscientes de la importancia de este sistema que, sin duda –y parafraseando a Churchill- es el menos malo de cuantos han existido y existen. Desde la más absoluta generosidad y creatividad, sin otras armas que la cultura y el coraje, personas como Roberto Merino lucharon por abrir la puerta de un pasado represor a un futuro lleno de posibilidades. Muchos perdieron la vida en el intento; otros, sacrificaron sus carreras. Roberto Merino tenía todo lo necesario para haber llegado a lo más alto en lo que él quisiera: el derecho, la política… pero eligió la honestidad, la coherencia y una vida discreta en esta ciudad de provincias incapaz de creer en si misma y valorar a los suyos. Y por eso, y no por falsas proezas, fue un auténtico héroe; uno de ésos que entró en la política para hacer lo mejor para la mayor parte de la gente, sin pretender llevarse ni dinero ni gloria. Lo que entonces entendíamos y aún entendemos muchos que es la verdadera política.
Los que eligen qué leer o qué mirar en sus móviles, las mujeres que manejan sus propias vidas, las personas que tienen sexo con quien les da la gana o se enamoran de personas de su mismo género, quienes tienen ideas propias y las expresan a sus amigos o en la calle, los artistas que dan rienda suelta a su imaginación sin límites, los que creen en el amor, los que, como decía Saul Bellow, sois “personas bienintencionadas que prefieren lo bueno”… debéis vuestra forma de vida a personas como Roberto Merino, que se enfrentaron a una élite rancia, una Iglesia trasnochada e integrista y una panda de políticos ambiciosos e hicieron lo más y mejor posible por crear un mundo mejor.
ALGUNAS REFERENCIAS A ROBERTO MERINO EN "VEN Y MIRA"
Apenas un mes después de la muerte del dictador, se celebró en León la
primera manifestación exclusivamente política, convocada por la Junta Democrática.
A las 8 de la tarde del 16 de diciembre se concentraron en la plaza de Santo
Domingo decenas de personas que marcharon hacia la Catedral gritando “Amnistía,
gobierno provisional, libertades democráticas”. No éramos muchos, pues el miedo
helaba los huesos más que el frío, pero había muchos más con los mismos deseos;
de hecho, a lo largo de los últimos años los partidos políticos, aunque
ilegales, no sólo habían crecido en militantes, sino que todos sabían que eran
comunistas personas tan conocidas como el artista Manuel Jular, el impresor
David “Celarayn”, los abogados Roberto Merino y Emeterio Morán y el médico Rafael Salto Mira,
el geógrafo Joaquín González Vecín, profesor en el Colegio Universitario de
Filosofía y Letras, César Roa… Cuando se produjo la legalización del PCE había
ya en León 1.639 militantes, siendo la organización más importante de la
meseta, sólo superada por Madrid.
En 1983 tuvieron
lugar las segundas Elecciones
Municipales que, en León, revalidaron en la Alcaldía a Juan Morano, aunque
técnicamente empató con el PSOE. Morano, deshecha la UCD, se presentó como
independiente, pero un pacto con Alianza Popular hizo posible el desempate. Con
maneras más de sheriff que de alcalde, protagonizaría los próximos años,
sobre todo reabriendo el melón del “León Solo”, aunque él mismo, su partido y
todos los demás se habían mostrado como una piña a la hora de crear la
Comunidad de Castilla y León que, justamente en ese año, aprobaba su Estatuto
de Autonomía. En las primeras Elecciones Autonómicas ganó el PSOE, convirtiendo
en primer presidente de la nueva Autonomía a Demetrio Madrid.
Roberto
Merino, con su fino humor, encontraría títulos de las películas del momento
para definir a Juan Morano como “A mí la legión” y su huelga de hambre para
intentar evitar que se desplazara a las afueras el matadero municipal que
estaba en la calle José Aguado, como “Viaje a ninguna parte”; al Ayuntamiento
como “La corte del Faraón”, al 092 puesto en marcha por el alcalde como “Pánico
en las calles” y la mayoría municipal como “La brigada Bracaleone”. Las
Elecciones tampoco escapaban a su ironía: los aparatos de los partidos eran
“Falcon Crest”, la elaboración de las listas municipales era “El clan de los
marselleses”, los elegidos eran “Senderos de gloria” y los electores, “Los
santos inocentes”. Al Cine Club Universitario correspondía el título de
“Missing”, la película de Costa Gavras que fue una de las grandes revelaciones
del año, mientras que la película “La noche más hermosa” sería la que
correspondería a la reapertura y a Joaquín Revuelta le tocaba ser “ET”.
1986-87.- Con su habitual sentido del humor, el abogado y político
Roberto Merino, espectador habitual del Cine Club, escribía en su sección
“Iberian Graffiti” de La Crónica: “Nos hemos quedado sin cine-club. Siempre
habíamos pensado que la suerte de tal institución estaba directamente ligada
con los avatares de Joaquín Revuelta: pensamos que podríamos quedarnos sin tan
suculenta vitualla sensorial si Joaquín resultaba agraciado con la Loto y se
marchaba a vivir a Hollywood, si era atacado por el virus de la malaria
lliunesa, si era contratado como ayudante de dirección por Stanley Kubrick o si
se decidía a emigrar a Australia, donde tanto porvenir tienen las jóvenes
promesas. Nada de esto ha sucedido. Nos hemos quedado sin cine-club porque
llovió con mucha intensidad a primeros de noviembre y la sala resultó anegada.
Tenemos un cine-club que sólo resplandece cuando el resto del mundo sufre la
pertinaz sequía. Un cine-club isobárico, diría yo”. Y, en tono grandilocuente
instaba a las autoridades académicas y a quien pudiera corresponder: “No
permitáis que en el mañana se diga que fuisteis vencidos por un aguacero; no
nos castiguéis de nuevo con la machada histórica de las naves y los elementos;
no nos enrolléis una vez más con la burocracia, el papeleo y las consignaciones
presupuestarias. Arregladnos el cine-club y no recurráis a trampas saduceas. Y
arregládnoslo ya. Manos a la obra, que esa es vuestra misión y cuando se
quiere, se puede. Si así lo hacéis, la cultura os lo agradecerá y premiará y si
no, merecéis su desprecio y su castigo como indignos hijos de ella”.
Algunos de los concejales de la primera Corporación Municipal democrática de León, con Roberto Merino (jersey rojo). Foto de Ramiro publicada en Diario de León.